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domingo, 19 de octubre de 2008

La niña diabólica

La semana pasada, el domingo, las 7 y media o poco más. La parada de Lucentum, que de ciudad de la luz poco tenia, llegó la oscuridad de la noche y la parada la acompañó. Lucentum es una parada oscura, situada debajo de un puente, un aire muy neoyorquino, los bakalas cerca, temor a lo desconocido.

Así llegaron las 7:54, la hora de llegada de la L1, la línea tramviaria que va destino Benidorm. El Tram llegó, y con él llegó también la pesadilla.

La puerta del Tram; la abro, y me dirijo hacia la máquina expendedora de billetes, compro uno hasta Campello, donde haré uso de mi pastabuloso bonoTram 10. Así me siento, inicio un vano intento de empanarme con la música pero un sonido, un llanto atrae mi atención. Giro la cabeza hacia mi derecha y observo una de las cosas más peculiares que he visto en años: Una niña que se divertía tirándose de cabeza de respaldo en respaldo del Tram. Vaya, pienso.

La niña se divertía en un desdichado intento de atraer la atención de su joven madre y de su hermano, que tendría unos 8 años así a ojo. El niño miraba el habitáculo del conductor intentado distraerse. La niña cada vez hacía piruetas cada vez más imposibles y dignas de una gimnasta, una pareja de treintañeros también atóntitos ante semejante espectáculo.

Llegada a Campello, empieza el espectáculo. La niña empieza a dar señales de posesión, se empieza a tirar por el suelo, en llanto, contorsionándose de forma imposible. Antes de llegar a Venta Lanuza, a unos 15 minutos de viaje de Campello, la estridencia de la niña y su capacidad pulmonar nos dejan boquiabiertos a todos y con un grave problema de audición a la pareja treintañera y a mi. Decisión equivocada el sentarme aquí, pienso. Decido cambiarme de sitio, lejos, a la otra punta del tren, la estridencia es horrorosa, me estoy mareando, dios mio como chilla la niña.

El tren está lleno, solo puedo retroceder unos pocos metros. La niña no contenta con su espectáculo y con haber ganado para su disfrute una octava parte del tren empieza la invasión del resto, cada vez chilla más, esta incontrolada, su madre desiste de toda ayuda, a mi me duele mucho la cabeza y empiezo a tener deseos asesinos, los refreno pensando en que pronto cambiaré de tren.

En este momento creo que las cosas no pueden ir peor, la niña demoníaca lleva unos tres cuartos de hora llorando sin parar, entra en juego su hermano. La niña tiene una especie de neceser (para mi era su ataud) que cada vez que se cae o se aleja de ella llora más y más. El gracioso de su hermano, que lo sabe intenta manipular a la niña para que no llore llevandose ese neceser. Como he dicho, la niña al ver alejarse a su neceser llora y llora y llora más y más. Con ello tenemos un plus, el cual el hermano empieza a pasearse por todo el tren con el puto neceser y la niña llora que te llora. La situación era insostenible.

Parada de Creueta, creo. Entra el último objeto de estudio en acción, la pareja de bakalas. Un par de bakalas, en su estupidez innata deciden sentarse al lado de la niña diabólica y encender su destructor de cerebros, esa "música" suya. Hecho inconcebible, la niña se calma. Incomprensiblemente la niña deja de llorar y se sienta por primera vez en todo el viaje. El bakalao la habia calmado.

Mentira. Solo hizo que aumentaran sus ganas de destruir el tren y acercarnos a la destrucción humana. A la anterior situación de llanto, contorsión, poderes arácnidos y comportamientos serpentinos tenemos que sumar esa rítmica destrucción músical llamada bakalao. En ese culmen llegamos a Benidorm.

Nunca habia deseado tanto llegar a Benidorm. Allí cambio al Trenet de toda la vida y me aislo en la otra punta del tren. Pobres los que sufran a la niña. Tras unos retrasos típicos llegamos a Altea una hora y media después de salir de Lucentum. La conclusión es que con música se amansan las fieras, y si no a mi me hubiera aislado de esa estridencia.

Bienvenidos a la Tramviatta, este relato es el de un día cualquiera en el Tram. A buen entenededor pocos 23 bastan. Ale, A MAMARLA.

Fdo:
Un humilde redactor

2 comentarios:

Arturo;) dijo...

Si quieres tomar tequila o coger un 23 en la plaza del pueblo, el arturobús es tu lugar ;-)

Mayte dijo...

Te acompaño en el sentimiento (de dolor e impotencia ante niños como los del tren). ¡Y qué lástima de madre!, ¿nadie le hizo ver que la niña era suya y que sólo ella está obligada a aguantarla?
¡Qué paciencia la tuya!